Bette Davis pudo hacer esta película, su tercera con William Wyler en un plazo de tres años, porque por primera vez desde que se había convertido en estrella, la Warner Bros accedió a alquilarla a otro estudio, para poder pagar una deuda de 300,000 dólares que tenía con Samuel Goldwyn.
El rodaje fue un continuo desencuentro que terminaría rompiendo para siempre la relación personal y profesional entre Davis y Wyler. El personaje de Regina Giddens había sido interpretado por Tallulah Bankhead en Broadway, y Wyler ordenó a Bette que fuese a verla, y esta se negaba. Wyler consideraba que Tallulah Bankhead confería al personaje muchos matices, era un personaje ambicioso, frío e implacable, pero también de gran aplomo, encanto y agudeza. Sin embargo, Bette quería resaltar sólo su perversidad. Cuando Wyler la corregía, siempre creía que intentaba obligarla a imitar a Tallulah Bankhead, lo cual le sacaba de sus casillas.
Ya el primer día de rodaje, en mayo de 1941, acechó la sombra del conflicto cuando Bette se presentó con la cara con un toque de palidez empolvada que solían llevar las mujeres sureñas de comienzos del Siglo XX. Al verla, Wyler montó en cólera: "¿Qué es eso?", le preguntó... "Me lo he puesto para parecer más vieja", le respondió Davis... "Lo que pareces es un payaso. ¡Quítatelo!", le gritó Wyler. Bette no obedeció, sólo suavizó un poco el color. Wyler desafiaba a Bette a la menor ocasión, disfrutaba encendiendo la mecha, como si además de las diferencias en cuanto al personaje, hubiera también ciertos rencores personales (no hay que olvidar que habían sido amantes hasta poco antes).
Wyler exigía incesantes repeticiones de tomas para obtener una interpretación de Bette más matizada. A Davis le había encantado trabajar así en 'Jezabel' tres años antes, pero esta vez se resistía. Con más confianza en sus aptitudes, y más crecida como estrella, se sublevaba bajo el mando de Wyler. Con cada nueva toma que ordenaba Wyler, con cada súplica de que moldease más la personalidad del personaje, más inconsistente era la actuación de Bette Davis a los ojos del director.
Wyler estaba atónito de cómo se había alterado la conducta de la actriz respecto a él. No era ya maleable, no estaba abierta a sus sugerencias. Ninguno de los dos cedía un sólo milímetro, y la antipatía de Wyler, tan cordial con ella en otros tiempos, desazonaba a Bette. Durante el ensayo de una complicada escena donde Wyler quería que Bette transmitiera la gracia y la hospitalidad del Sur, ella la interpretó con tal dureza y frialdad, que al terminar, Wyler gritó en voz alta: "Es la escena más infame que he visto en mi vida. ¡Habría que contratar a Tallulah Bankhead!" Bette Davis perdió la compostura y se marchó del estudio.
El médico de la actriz informó al director y a los productores que tenía los nervios al borde de un síncope y que no podría reincorporarse al rodaje en unas cuantas semanas. Wyler empezó a estudiar posibles sustitutas para Bette, incluídas Tallulah Bankhead y Miriam Hopkins. Pero los productores decidieron que, a pesar de todo, no podían prescindir de Bette Davis, y ordenaron a Wyler que adelantara las escenas secundarias para hacer tiempo durante las tres semanas hasta el regreso de ella. La decisión de los productores supuso un triunfo para Bette Davis, que logró así imponer su criterio sobre el de Wyler, y dejarle claro que la imprescindible era ella.
Resignado a la idea de que no debía alterar la interpretación de Davis, Wyler la dejó hacer el papel a su manera, y se concentró en transformar la pieza teatral en cine vivo. El punto culminante de la película, sería la escena en la que Regina (Bette Davis) permite que su marido (Herbert Marshall) muera al negarle la medicación. Podría haber mostrado la reacción de Regina mientras se oye al moribundo fuera de la pantalla, o podría haber enfocado de forma alternativa a los dos actores, o en un primer plano paralelo; pero no, decidió centrar la cámara sobre el rostro cruel e imperturbable de Bette y dejar al marido en el fondo, más desenfocado, creando así una memorable imagen para la historia del cine.
La crítica alabó por igual la técnica de Wyler, y la interpretación de Davis, confirmando que ella llevaba la razón sobre la forma de representar al personaje. Aunque nunca más Wyler y Davis volverían a trabajar juntos ni a dirigirse la palabra. Bette Davis logró su sexta nominación al Oscar, la cuarta consecutiva. Y, lo que es más importante, su personaje pasó a la historia como referente para actrices con papeles de mujer malvada.
El rodaje fue un continuo desencuentro que terminaría rompiendo para siempre la relación personal y profesional entre Davis y Wyler. El personaje de Regina Giddens había sido interpretado por Tallulah Bankhead en Broadway, y Wyler ordenó a Bette que fuese a verla, y esta se negaba. Wyler consideraba que Tallulah Bankhead confería al personaje muchos matices, era un personaje ambicioso, frío e implacable, pero también de gran aplomo, encanto y agudeza. Sin embargo, Bette quería resaltar sólo su perversidad. Cuando Wyler la corregía, siempre creía que intentaba obligarla a imitar a Tallulah Bankhead, lo cual le sacaba de sus casillas.
Ya el primer día de rodaje, en mayo de 1941, acechó la sombra del conflicto cuando Bette se presentó con la cara con un toque de palidez empolvada que solían llevar las mujeres sureñas de comienzos del Siglo XX. Al verla, Wyler montó en cólera: "¿Qué es eso?", le preguntó... "Me lo he puesto para parecer más vieja", le respondió Davis... "Lo que pareces es un payaso. ¡Quítatelo!", le gritó Wyler. Bette no obedeció, sólo suavizó un poco el color. Wyler desafiaba a Bette a la menor ocasión, disfrutaba encendiendo la mecha, como si además de las diferencias en cuanto al personaje, hubiera también ciertos rencores personales (no hay que olvidar que habían sido amantes hasta poco antes).
Wyler exigía incesantes repeticiones de tomas para obtener una interpretación de Bette más matizada. A Davis le había encantado trabajar así en 'Jezabel' tres años antes, pero esta vez se resistía. Con más confianza en sus aptitudes, y más crecida como estrella, se sublevaba bajo el mando de Wyler. Con cada nueva toma que ordenaba Wyler, con cada súplica de que moldease más la personalidad del personaje, más inconsistente era la actuación de Bette Davis a los ojos del director.
Wyler estaba atónito de cómo se había alterado la conducta de la actriz respecto a él. No era ya maleable, no estaba abierta a sus sugerencias. Ninguno de los dos cedía un sólo milímetro, y la antipatía de Wyler, tan cordial con ella en otros tiempos, desazonaba a Bette. Durante el ensayo de una complicada escena donde Wyler quería que Bette transmitiera la gracia y la hospitalidad del Sur, ella la interpretó con tal dureza y frialdad, que al terminar, Wyler gritó en voz alta: "Es la escena más infame que he visto en mi vida. ¡Habría que contratar a Tallulah Bankhead!" Bette Davis perdió la compostura y se marchó del estudio.
El médico de la actriz informó al director y a los productores que tenía los nervios al borde de un síncope y que no podría reincorporarse al rodaje en unas cuantas semanas. Wyler empezó a estudiar posibles sustitutas para Bette, incluídas Tallulah Bankhead y Miriam Hopkins. Pero los productores decidieron que, a pesar de todo, no podían prescindir de Bette Davis, y ordenaron a Wyler que adelantara las escenas secundarias para hacer tiempo durante las tres semanas hasta el regreso de ella. La decisión de los productores supuso un triunfo para Bette Davis, que logró así imponer su criterio sobre el de Wyler, y dejarle claro que la imprescindible era ella.
Resignado a la idea de que no debía alterar la interpretación de Davis, Wyler la dejó hacer el papel a su manera, y se concentró en transformar la pieza teatral en cine vivo. El punto culminante de la película, sería la escena en la que Regina (Bette Davis) permite que su marido (Herbert Marshall) muera al negarle la medicación. Podría haber mostrado la reacción de Regina mientras se oye al moribundo fuera de la pantalla, o podría haber enfocado de forma alternativa a los dos actores, o en un primer plano paralelo; pero no, decidió centrar la cámara sobre el rostro cruel e imperturbable de Bette y dejar al marido en el fondo, más desenfocado, creando así una memorable imagen para la historia del cine.
La crítica alabó por igual la técnica de Wyler, y la interpretación de Davis, confirmando que ella llevaba la razón sobre la forma de representar al personaje. Aunque nunca más Wyler y Davis volverían a trabajar juntos ni a dirigirse la palabra. Bette Davis logró su sexta nominación al Oscar, la cuarta consecutiva. Y, lo que es más importante, su personaje pasó a la historia como referente para actrices con papeles de mujer malvada.
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