miércoles, 26 de agosto de 2009

Bette Davis & Joan Crawford.

En 1935 se estrenó Peligrosa (Dangerous, Alfred E. Green). La película reunió a Bette Davis con Franchot Tone, actor prestado por la Metro-Goldwyn-Mayer. Aquel actor de 30 años con apostura aristocrática y elegantes maneras más británicas que americanas, tenía imán entre las actrices de la época, y cortejaba a tantas de ellas como podía. Davis se enamoró de él durante el rodaje y la pasión fue correspondida. El único problema era que Tochet en aquel momento... era el prometido de Joan Crawford.

Davis estaba obsesionada con que la Warner no le proporcionaba los papeles más exquisitos de Broadway y la literatiura, que con todos esos papeles se hacía siempre el estudio rival, la Metro-Goldwyn-Mayer. Se sentía tan postergada que incluso llegó a pensar que Jack Warner estaba saboteando adrede su carrera. Pero no, lo único que ocurría era que Jack Warner era un reconocido tacaño al que no le gustaba comprar los derechos de las orbas más caras. El único papel del que hasta entonces Bette Davis estaba orgullosa ('Cautivo del deseo') lo había hecho cedida en la RKO.

La carrera de Joan Crawford en la Metro-Goldwyn-Mayer tenía algo picada a Bette Davis desde hacía tiempo. La consideraba menos dotada de talento que ella, y envidiaba los guiones de calidad, los renombrados directores y los altos presupuestos de producción que la Metro le adjudicaba. La decisión de Davis de liarse con su prometido bien pudo tener algo de premeditado. Crawford estaba al corriente de la aventura pero trabajaba sin descanso para terminar 'Vivo mi vida' y poco podía hacer al respecto. Sobra decir que el legendario enfrentamiento que existiría durante años entre Davis y Crawford tuvo su origen en este episodio. Tone correspondió a la pasión de Davis, pero no a su amor. Poco después se casaría con Joan Crawford, la cual nunca le perdonaría a Davis aquella traición.

Muchos años después, en 1962, la Warner Bros. aceptó el reto de reunir a sus dos grandes estrellas femeninas de los años 30 y 40 (Crawford había dejado la Metro) en Qué fue de Baby Jane? Primero enseñaron el guión a Bette Davis, a la que dejaron elegir cual de los dos personajes quería interpretar, y eligió a Jane. Pero no la informaron sobre quién sería su compañera de reparto, dada su conocida enemistad con Joan Crawford. El productor Walter Blake le hizo estampar su firma en el contrato, y la citó para una entrevista previa a la producción con el director Robert Aldrich. Cuando Davis llegó a la reunión y vio a Joan Crawford sentada al lado de Aldrich, giró sobre sus talones y se marchó.
Exigió una reunión privada con Aldrich, y la tuvo. "¿Te has acostado con Joan?", interrogó al director. "No, pero no será porque ella no lo haya intentado", le respondió Aldrich. A Bette Davis le gustó la franqueza de Aldrich, y quedó persuadida de que esta vez la manía de Crawford de seducir a sus directores para conseguir un trato preferente no sería secundada. Eso sí, para no echarse atrás, exigió un pago adelantado de 60,000 dólares en calidad de emolumentos, el 10% de los beneficios de la película a escala internacional, y 600 dólares semanales para dietas.

Desde el día mismo en que se inició el rodaje en el Producer's Studio de Melrose Avenue, quedó claro entre el reparto y equipo técnico que Bette Davis y Joan Crawford podrían terminar asesinándose si no las controlaban. Joan Crawford llegaba cada mañana acompañada de un séquito de ocho personas, con maquillador propio, peluquero propio, secretario... algo que irritaba a Bette Davis, a la que le gustaba andar sóla por el pasillo, renegando en voz alta y usando un lenguaje intencionadamente obsceno.

A Davis le gustaba cerrar su camerino con un portazo para escandalizar a Crawford. La pinchaba siempre que podía. Colocó un cartelito en la puerta de su camerino que decía: "De todas mis relaciones, la que más me gusta es el sexo". Sabía que aquello horrorizaría a Crawford, que había ido siempre por la vida de mujer puritana mientras se tiraba a todo el personal masculino de la Metro primero y de la Warner después. Crawford fingía beber agua cuando en realidad bebía vodka, y regalaba diariamente obsequios a sus compañeros para granjearse su afecto, algo que también hacía en los viejos tiempos. Un comportamiento hipócrita que Davis no soportaba.

Cuando Davis se dio cuenta de que Crawford tenía vodka en una botella de Pepsi-Cola de la que no se separaba nunca, protestó en voz alta. "¡Esa puta se pasa achispada la mitad del tiempo! ¿Cómo se atreve a envilecer así una película donde salgo yo? ¡La mataré!" Y exigió subir la temperatura del estudio, para llevar la contraria a Crawford, que exigía que la temperatura no pasase de los 15 grados. Davis convenció al equipo técnico de que esa exigencia de Crawford se debía a que siemrpe iba recalentada por el vodka que tragaba entre tomas.

Davis también ordenó instalar una máquina dispensadora de Coca-Cola para enfadar a Crawford, ya que su esposo era un alto ejecutivo de Pepsi. En realidad, todo esto se debía a que las dos sufrían una inseguridad neurótica. Crawford se carcomía porque el papel más lucido de Davis podía anular por completo su actuación; y Davis, envidiosa siemrpe del glamour de la Crawford, ridiculizaba su apariencia atractiva en la pelicula. Cada una intentaba enfadar a la otra, para afectar negativamente su interpretación. No podían consentir que la otra estuviera mejor.

En la escena de las patadas en la cabeza donde se suponía que Davis tenía que simular los golpes, Davis golpeó a Crawford en la cabeza de verdad en uno de los puntapiés, y Crawford necesitó varios puntos. En venganza, para la secuencia en que Davis debía arrastrar a Crawford por el suelo, Crawford se colocó un cinturón de levantador de pesas con refuerzos de plomo que incrementase su peso, para que la Davis se dañara la espalda. Pero a pesar de todo, demostraron ser dos de las más grandes actrices de la historia del cine, necesitando repetir muy pocas veces, y permitiendo que el rodaje tuviera un buen ritmo, cumpliendo con las fechas previstas.



Pero la rivalidad continuó después de estrenarse la película. Bette Davis fue nominada al Oscar (era su decimoprimera nominación); mientras que Joan Crawford no fue nominada. Davis se vengaba así dos décadas después, de la mujer que había llegado a la Warner a quitarle su puesto, y demostraba al mundo que ella era mejor actriz que su odiada enemiga. Pero Joan Crawford no se quedó con los brazos cruzados: contactó con algunas nominadas que no podían atender la ceremonia de los Oscars, y se les ofreció para recoger el premio en su nombre. Cuando se anunció que el Oscar iba para Anne Bancroft por 'El milagro de Anna Sullivan', Joan Crawford salió al escenario a recoger el premio con poses remilgadas e ínfulas de gran señora.

El episodio sólo contribuyó a incendiar más la relación entre Davis y Crawford, y a partir de ese momento, durante años, ambas, cada vez que concedían una entrevista en prensa o televisión, tenían alguna palabra para su enemiga. Estas son algunas de las palabras que se dedicaron en los medios:



Bette Davis: "La señorita Crawford fue una imbécil. Una buena actriz tiene que dar realismo al personaje. No entiendo por qué se obstinaba en hacer de Blanche una mujer seductora."

Joan Crawford: "Mis razones eran tan válidas como las suyas, con todas aquellas capas de polvo de arroz que se ponía y el grotesco carmín de labios. Pero la señorita Davis siempre fue muy aficionada a cubrirse la cara en el cine. Ella lo llamaba arte. Otros quizá dirían camuflaje, una pantalla para la ausencia de encanto. Mi personaje en 'Qué fue de Baby Jane?' era el de una estrella más célebre y más guapa que su hermana. Cuando alguien ha sido tan famoso como Blanche Hudson, no decae y se convierte en el adefesio que la señorita Davis prefirió plasmar en su papel. Blanche tenía clase. Tenía sex appeal. Blanche era una leyenda."

Bette Davis: "¡Blanche era una inválida! Estaba recluída. Nunca salía de casa ni veía a nadie, y en cambio la señorita Crawford nos la muestra como si viviera en el salón de belleza de Elizabeth Arden."

Bette Davis: "¡Jesús! Nunca sabías qué talla de pechos se había encorsetado esa individua. Debía de tener un juego diferente para cada día de la semana. Se suponía que debía consumirse mientras Baby Jane le mataba de hambre, ¡pero sus pechugas no cesaban de crecer! Siempre me topaba con ellas como si fueran las colinas de Hollywood."

Bette Davis: "No la mearía aunque estuviese ardiendo en llamas."

Bette Davis: "Ha dormido con todas las estrellas masculinas de la Metro, menos con la perra Lassie."

Bette Davis: "Uno nunca debe decir cosas malas sobre los muertos, sólo se deben decir cosas buenas... Joan Crawford está muerta, ¡qué bien!"

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