Asentándose en los terrenos heredados de la Goldwyn en Culver City, al oeste de Los Angeles, en California, Mayer y Thalberg potenciaron las superproducciones y la comedia musical, convirtiendo a la Metro en un tiempo record en el estudio más fuerte y poderoso de la edad de oro de Hollywood. Fue el primer estudio que experimentó con el technicolor en la película 'El vikingo', de 1928. Y el primero que lanzó una película hablada en color, con 'La canción de la estepa' (1930).
En los años 20 y 30 tuvieron en plantilla a directores como King Vidor, Clarence Brown, Erich Von Stroheim, George Cukor, o el original Tod Browning, que se lo arrebataron a la Universal. Estos directores fueron sometidos a la autoridad a Irving Thalberg, el primer productor controlador de la historia, que asumía más responsabilidades que los directores. Thalberg mostró un talento incomparable para producir auténticos éxitos de taquilla como 'El gran desfile', 'Gran Hotel', 'Melodías de Broadway', 'Mata Hari', o 'Tarzán de los monos'.
A la vez que producían películas de gran calidad, firmaron además un acuerdo con la Hal Roach Studios para producir cortometrajes de 'El gordo y el flaco' con la pareja Oliver Hardy y Stan Laurel, que reportaron a la Metro enormes ganancias entre 1927 y 1938. También empezaron a proyectar en las salas series cómicas infantiles como 'La pandilla'. Y más tarde, la Metro empezaría a hacer competencia a la Warner con sus propios dibujos animados, destacando 'Tom y Jerry' que ganarían 7 premios Oscar.
Louis B. Mayer e Irving Thalberg fomentaron el star-system hasta el extremo: heredaron pocas estrellas de las tres compañías predecesoras de la M-G-M, pero contrataron a algunas de las mejores estrellas contrastadas del momento, como William Powell, Walter Huston o Buster Keaton, y descubrieron nuevas y jóvenes estrellas como Norma Shearer (que se casaría con Irving Thalberg), Greta Garbo, John Gilbert, Johnny Weissmuller, William Haines, Joan Crawford, Clark Gable, Jean Harlow, James Stewart, Robert Taylor o Myrna Loy.
Norma Shearer sería la gran estrella autóctona (americana) de la Metro en los años 20 y 30, y Greta Garbo la actriz más rentable de Hollywood en el mercado europeo; pero Shearer decidiría retirarse del cine al enviudar de Thalberg, y la estrella de Garbo se apagaría al tiempo que se perdía el mercado europeo por culpa de la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de esas bajas, el estudio seguiría haciendo honor a su famoso lema, el evocador 'Más estrellas que en el firmamento". Esa primera generación de estrellas sería reemplazada a finales de los años 30 y principios de los años 40, por nuevas estrellas como Judy Garland, Gene Kelly, Cyd Charisse, Hedy Lamarr, Peter Lawford o Mickey Rooney, y actores ya conocidos que quedaron libres de sus contratos con otros estudios y firmaron con la Metro, gente como Katharine Hepburn y Spencer Tracy, que formarían pareja en la pantalla y en la vida real, Greer Garson, o Fred Astaire.
Pero en los años 40, pareció que la Metro perdía cierto brillo y calidad. Coincidiendo con la prematura muerte del jefe de producción Irving Thalberg, el estudio recortó su producción de cincuenta películas anuales, hasta reducirlo a veinticinco películas por año, y para competir con la televisión, dejó de ser original y tomar riesgos, abonándose a una masiva producción de secuelas de películas que ya habían funcionado antes, destacando las 6 películas del perro 'Lassie', gran estrella del estudio en esta década.
La cosa empezó a cambiar a partir de 1948, cuando Dore Schary se convirtió en jefe de producción y más tarde presidente. En los años 50, Schary devolvió a la Metro el esplendor de sus mejores días, volvió a tomar riesgos, elevó la producción anual de películas a cuarenta, amplió la lista de estrellas del estudio con nombres de la talla de Stewart Granger, Deborah Kerr, Esther Williams, Ray Milland, Ava Gardner, Grace Kelly, Montgomery Clift, Elizabeth Taylor, o Janet Leigh, y alternó grandes superproducciones como 'Las minas del Rey Salomón', 'Quo Vadis', 'Mogambo', o 'Ben-Hur', con las llamadas "películas con mensaje" tipo 'La jungla de asfalto' o 'Semilla de maldad'.
Pero pronto se hizo evidente que el coste de los altísimos salarios devoraba los beneficios. Con la salida de Dore Schary, y el declive del star-system, a partir de los años 60 la Metro inició una etapa de reestructuración (rodajes en el extranjero, distribución de películas de otras productoras, etc.).
Para terminar, hay que recordar que una actriz española estuvo contratada por la Metro-Goldwyn-Mayer durante dos años (1930-1931). Fue Conchita Montenegro, la primera actriz española que triunfó en Hollywood, que protagonizó una de las anécdotas más conocidas de la época al negarse a besar a Clark Gable durante una prueba. Montenegro rodó seis películas en la Metro ('¡De frente, marchen!', 'Sevilla de mis amores', 'Su última noche', 'En cada puerto un amor', 'The Twain Shall Meet', y 'Strangers May Kiss') compartiendo protagonismo con actores como Norma Shearer y Leslie Howard.
El auge y caída de la Metro va en paralelo al de aquel Hollywood dorado en el que la calidad era la norma y sus artífices –actores, directores, productores, etc.- eran auténticos, más aun que los protagonistas de sus películas.
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