El sistema de estudios, gracias al eficaz control global del mercado, constituye el origen de la posterior hegemonía del cine norteamericano. El germen del sistema de estudios puede considerarse en 1908, cuando diez importantes fabricantes de equipos cinematográficos se unieron para formar la Motion Picture Patents Company (MPPC), que se aprovechó de su poder de monopolio para imponer el pago de tarifas a productores y exhibidores. Hasta entonces la industria había sido relativamente flexible, en la que existían multitud de productores y cineastas que competían entre sí. Con el fin de obtener sus propios ingresos adicionales, en 1910 la MPPC compra su propia distribuidora, con lo que conseguía controlar la industria. Pero el monopolio fracasó acusado de violar la legislación monopolística.
En este momento de crisis de la MPPC es cuando comienzan a surgir las grandes empresas cinematográficas. Ya en la primera década del siglo XX se fueron fundando las más importantes empresas de cine estadounidenses como la Universal Pictures (por Carl Laemmle), la Fox Film Corporation (después conocida como la 20th Century Fox, por William Fox), la United Artists, la Warner Bros., la Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), la Columbia, la Paramount (por Zukor y Jesse Lasky) y la RKO, que sufrirán importantes transformaciones en su estructura de gestión al fusionarse con otras empresas dedicadas a la exhibición y a la distribución. La consolidación de estos núcleos empresariales permitió que los años 30 se convirtieran en la época dorada de los grandes estudios.
Durante este periodo, la industria cinematográfica norteamericana dominó el panorama mundial gracias a las grandes cantidades de dinero que eran invertidas en cine. Ocho sociedades fueron las conformadas para canalizar estos beneficios individual y colectivamente. Competían entre ellas para procurarse el mayor número de espectadores posible, constituyéndose en una especie de oligopolio que impidió férreamente la entrada de cualquier competidor que intentará luchar por un pedazo de su mercado. Este oligárquico sistema de estudios aportaría el carácter definitivo del cine hollywoodiense.
El potencial de los estudios de Hollywood radicaba en la integración vertical de todo el proceso de creación de una película. La industria cinematográfica estadounidense logró desarrollar un complicado sistema para controlar la producción, la distribución y la exhibición de las películas, es decir que su trabajo empezaba en la grabación del filme y terminaba cuando éste era mostrado a los espectadores. Era, por tanto, un sistema que garantizaba enormes beneficios para estas pocas sociedades que eran partícipes del negocio.
Aunque el término que se ha popularizado para designar a estas compañías es el de estudios según el autor Douglas Gomery resulta más apropiado denominarlos sociedades cinematográficas, pues el papel del estudio dentro de la compañía representaba únicamente una parte de las actividades de la misma.
Paramount Pictures, Loew´s Inc. (sociedad matriz de Metro Goldwyn-Mayer), 20th Centtury-Fox, Warner BROS. Y Radio-Keith-Orpheum (RKO), las denominadas majors, integraban la producción distribución y exhibición de las películas. Eran los estudios más poderosos desde el punto de vista de los recursos tecnológicos y humanos, y el trasvase entre ellos de actores, directores y técnicos fue constante, según intereses afines. Universal y Columbia se concentraron en la producción y la distribución y United Artists, distribuía películas de productores independientes. Las little three en un principio no tenían salas propias, aunque durante algún tiempo United Artists y Universal se asociaron con una pequeña cadena de salas. Las cinco grandes compañías totalmente integradas (Paramount, Loew´s, Fox, Warner y RKO) eran cuatro veces más grandes que los tres estudios pequeños.
En realidad, la principal fuente de poder de los estudios de Hollywood no se la proporcionaba la gran producción de películas, sino la extensa red de distribución que poseían no sólo a lo largo de Estados Unidos, sino del mundo entero. Estas redes les proporcionaban unas ventajas enormes en cuanto a la posibilidad de abaratar los costes de distribución y exhibición, y de acceder directamente a los beneficios dejados por los espectadores en la taquilla. El grueso de las inversiones se realizaba en el área de exhibición. La producción no suponía más que un 5% de los activos, mientras que la distribución únicamente suponía el 1% de las inversiones. Durante los años 30 y 40 fue el sector de la exhibición de películas el que más dinero acaparó, alrededor del 90%. Lo verdaderamente costoso, y donde radicaba el potencial de competitividad de Hollywood era la financiación de aquellas grandes cadenas de cines. Además, las cinco grandes habían conseguido hacerse con las salas más rentables de todo el país. Entre las cinco poseían tan solo el 16% (unas 2.600) del total de las salas, pero que eran precisamente las que mejores ingresos aportaban.
La posesión de cines era el motor que movía la industria. Cuantas más salas se disponía, más películas era necesario producir. De esta manera se podían llegar a producir desde películas mediocres, cuya única función era rellenar la cartelera, hasta los grandes proyectos soñados por los más prestigiosos cineastas, no solo de Estados Unidos, sino del mundo entero. Así, la industria hollywoodiense atrajo a profesionales del cine de toda índole, puesto que necesitaban todo el personal posible para producir esa enorme cantidad de películas.
-El control de la producción.
Durante la llamada “era de los estudios”, el oligopolio de las ocho compañías produjo alrededor de las tres cuartas partes del todos los largometrajes que dio la industria y las cinco grandes compañías produjeron la mayoría de las películas de elevado presupuesto. Las pequeñas productoras como Monogram o Republic se limitaban a producir películas menores, westerns baratos o seriales, que proyectaban en pequeños cines de barrio o, en determinadas ocasiones, en salas pertenecientes a las cinco grandes. Por tanto, el oligopolio de sociedades acaparaba el 90% de los ingresos de la taquilla. También las cinco grandes controlaban áreas del proceso de producción como los laboratorios o la edición musical.
No obstante, las grandes compañías no pudieron evitar que diferentes productores, actores y directores independientes, con estudios y financiación propia, intentaran sacar sus películas adelante, aunque sin lograr hacerles verdadera competencia a los grandes estudios. Es el caso del productor y director David O. Selznick, que logró sacar adelante Lo que el viento se llevó a través de su propia productora independiente. Por su parte, United Artists estuvo distribuyendo películas de estos independientes. Incluso dos compañías independientes consiguieron fusionarse con otras importantes productoras, a cuya revitalización contribuyeron. Es el caso de la 20th Century con Fox, en 1935, e Internacional con Universal en 1945.
Durante los años 40, los productores independientes comenzaron a hacerse notar, debido al aumento de público en las salas. Así, importantes estrellas, productores y directores fundaron productoras para realizar unas pocas películas. El rígido sistema de estrellas, con sus contratos de siete años, comenzó a resquebrajarse. Cada vez eran menos los actores que firmaban contratos en exclusiva con algún estudio y, llegados a 1950, casi todas las primeras figuras del cine contaban con su propia productora.
La fundación de los sindicatos en Hollywood en los años de la Depresión y su afianzamiento durante la Segunda Guerra Mundial contribuyó por su parte al surgimiento de productoras independientes. Durante los años cuarenta y bajo el apoyo de los sindicatos muchos se lanzaron a producir películas por su cuenta. En 1945, el Sindicato de Escritores Cinematográficos contaba con 952 miembros activos, de los cuáles sólo 174 tenía contratos con alguna de las ocho compañías del oligopolio.
Como consecuencia, a las grandes compañías les resultaba más difícil tener bajo control a estrellas, directores, productores o guionistas, lo que les indujo a orientar sus esfuerzos más hacia la distribución, especialmente en el extranjero, y a la exhibición. Como reacción a la pérdida de control sobre la producción de películas, las cinco grandes y las tres pequeñas se unieron para proteger sus intereses. El instrumento para recuperar el control sobre la industria fue elaborar un sistema propio de censura que toda película que quisiera ser distribuida tenía que superar. A través de su asociación comercial, la Motion Picture Producers and Distributors of America (MPPDA), que había sido fundada en 1922 como autodefensa contra la censura de los gobiernos estatales, implantaron la autocensura. De esta manera, en 1934 se impuso una normativa de cumplimiento obligatorio, con multas de hasta 25.000 dólares, bajo la que las compañías del oligopolio debían enviar todos los guiones de sus películas para su aprobación. Las películas que no eran aprobadas no podían salir al circuito de exhibición prácticamente, pues estaba controlado por las grandes compañías. Era obvio que las grandes compañías no iban a renunciar fácilmente a un mercado mundial que prácticamente controlaban. No obstante, ya en los años 50 y conforme las cinco grandes fueron perdiendo parte de sus salas de distribución, este sistema se suavizó.
-La producción
Más importante que la distribución, en cuanto a rentabilidad, era la producción de las películas. Las cinco grandes y las tres pequeñas disponían de una red de agentes presentes en 32 grandes ciudades de Estados Unidos y en caso todos los países importantes, excepto Rusia, que negociaban la concesión de licencias y suministraban las películas a las salas. Las productoras menores debían conformarse con un limitado acceso a los mercados extranjeros y debían contar con el apoyo de alguna de las grandes para que sus películas pudieran ser distribuidas sin dispararse los costes. De esta manera United Artist se creó para que los productores independientes pudieran salir al exterior. Por su parte, la RKO, cuyas producciones no marchaban bien, empezó a distribuir a comienzos de la Segunda Guerra Mundial producciones independientes y durante los años 40 fue distribuidora de Disney y Goldwyn. También después de la Segunda Guerra Mundial las cinco grandes comenzaron también a distribuir películas independientes, pues nadie que no perteneciera a alguna de ellas podía permitir poner en marcha la distribución de una película. No es que fuera mucho más barato operar a través de estas sociedades sino que, al poseer la mayor parte de las salas rentables del país, era muy difícil que una película obtuviese buenos resultados en taquilla si era distribuida al margen de estas salas. Esto obligó a las productoras independientes a ponerse en manos de las grandes si querían distribuir sus cintas.
Con el fin de aprovechar al máximo sus producciones y obtener los mejores resultados económicos de sus salas, las cinco grandes se aliaron con un complicado sistema de prácticas de distribución. Por ejemplo, colaboraban entre ellas para delimitar zonas y segmentos de mercado en las ciudades de Estados Unidos.
Las cinco grandes no ejercían su hegemonía en Estados Unidos solamente, sino que este poder se extendía en el mercado mundial. Terminada la Primera Guerra Mundial las ochos compañías principales se establecieron fuera de las fronteras de Estados Unidos. Durante la última mitad de los años 20 y las décadas de los 30 y los 40 los ingresos procedentes de del extranjero iban a suponer la mitad de lo recaudado por un largometraje medio. Al final de los años 20 Hollywood ya dominaba los mercados de Gran Bretaña, Francia, Italia e, incluso Japón, a pesar de que estos países contaban con una cultura cinematográfica propia. Dado que los impuestos extranjeros y los aranceles suponían un impedimento para la propagación de la influencia de Hollywood, el Departamento de Estado norteamericano ayudó en un primer momento a las compañías cinematográficas a salvar estas restricciones colaborando con la MPPDA.
La Segunda Guerra Mundial supuso un revés para la industria hollywoodiense en su conquista del panorama cinematográfico mundial, ya que se perdieron los mercados de los países del Eje, Japón, Italia y Alemania.
-La exhibición.
Era sin duda la gran baza de la industria de Hollywood. Aunque las grandes salas (las que acogían a más de 1.200 espectadores) eran escasas, en torno al 9,5% del total, acogían a más espectadores que el resto de los cines pequeños. Estaban situadas en los centros de las grandes ciudades, al contrario que los cines de pocas butacas, que se localizaban en zonas rurales y poco pobladas. Las cinco grandes compañías tenían en su poder sobre todo salas de gran capacidad, por que lo prácticamente controlaban la exhibición de las películas. Por ello las tres pequeñas sociedades y el resto de productoras independientes tuvieron que aceptar la política comercial de las grandes para que sus películas llegaran a un número de espectadores suficiente que les asegurara los ingresos necesarios.
Las cinco grandes se habían aliado en materia de exhibición de manera que se impidiera el paso a posibles competidores. Aunque para cada una de estas compañías las otras cuatro constituían su más directa competencia, estaban condenadas a colaborar. Si una de ellas producía una película exitosa, la red de distribución que habían desarrollado les iba a proporcionar beneficios a todas, pues se iban a beneficiar de las economías de escala en el sector de la distribución, con el consiguiente ahorro en costes.
A pesar del proceso de realización de películas tan eficaz que había logrado Hollywood, la industria tuvo que enfrentarse a diversos contratiempos durante su época de esplendor. Uno de estos enemigos surgió alrededor de 1930. La Depresión trajo una menor afluencia de público en las salas de cine y los ingresos en taquilla descendieron un 25%. Esto obligó a los exhibidores a elaborar diferentes planes para afrontar la crisis. Algunos decidieron diferenciar sus ofertas. Se hacía programas dobles y triples, incluso los dueños de las salas intentaban atraer al público con regalos. Además, las cinco grandes compañías se vieron obligadas a reducir los salarios o a buscar nuevas fuentes de ingresos a través de la venta de refrescos, por ejemplo.
El comienzo de la Segunda Guerra Mundial supuso una reducción de los ingresos procedentes del extranjero. Aunque la guerra no se desarrolló en suelo norteamericano, en Europa, de donde las granes obtenían una parte importante de sus beneficios, la situación bélica impedía acudir a los cines.
Al mismo tiempo, la ley comenzaba a actuar sobre el oligopolio de empresas. En 1938 la administración de Roosevelt presentó una demanda contra el monopolio que constituían las cinco grandes y las tres pequeñas. Tras ser acusadas de conspirar para determinar las condiciones contractuales de la distribución y la exhibición, en 1940 se vieron obligadas a acatar un sistema de normas reguladores de las prácticas comerciales. En 1944 el gobierno volvió a presionar a las cinco grandes compañías para que se desprendieran de sus circuitos de exhibición. Finalmente, en 1948, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos dictaminó que la utilización simultánea de medios de producción, distribución y exhibición era ejercer actividades monopolísticas y que los estudios debían desprenderse de sus salas de cine. Es decir, el sistema que había hecho prosperar el sistema hollywoodiense no solo en Estados Unidos, sino en medio mundo, era desmantelado, lo que marcó el final de la “Edad de Oro” de los estudios de Hollywood.
A pesar de estas dificultades el sistema de estudios de Hollywood consiguió sobrevivir. Todas las sociedades cinematográficas superaron los años de la Depresión, durante la guerra se desarrollaron los mercados interiores y, durante los años 40 consiguieron mantener a raya a los intentos del gobierno federal por alterar su oligopolio.
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